En esta bitácora personal, un poco de todo aquello que me define. Impresiones, expresiones, descompresiones. CF, fantasía, terror. Música. Vida. Y otras yerbas...

miércoles, 11 de febrero de 2009

Chamanes

Cada día me convenzo más de la veracidad de una idea que se me ha pegado como rémora: los escritores somos seres egoístas porque deseamos controlar el poder -liberador y tiránico a la vez- de las palabras; anhelamos conocer su mecanismo secreto, desmantelar la ingeniería del símbolo, al punto de querer aprovechar todos los recursos que éste esconde, desde la sonoridad que lo recubre como una cáscara, hasta su terrible y medular capacidad de percutir en las emociones de los otros, los lectores, esos seres desvalidos que sólo pueden dejarse hipnotizar bajo el influjo mágico del sortilegio que nosotros, demiurgos fugados de todos los paraísos posibles, componemos con tan malvada premeditación, como chamanes diabólicos, captando la atención de nuestras víctimas sentadas en torno del fuego, en ese microcosmos dónde las llamas centrales de la creación y nuestro rostro encendido y parlanchín son los únicos luceros en la noche.

6 comentarios:

  1. Creo que la parábola del chamán es acertada, aunque no de la forma en que lo indicas. Un chaman es quien dirige el rito de pasaje de cada miembro de la tribu, quien ayuda a cada persona a encontrar su totem.

    Sin embargo, la naturaleza de la visión y el contacto con el totem quedan bajo dominio de la persona y no del chaman.

    En definitiva, podemos intentar miles de artificios y manipulaciones, pero jamás podremos hacer que la imaginación del lector vea las imágenes tal cual como las pensamos originalmente. La interpretación de la obra es un acto disociado de su creación.

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  2. Es cierto lo que dices Gedece, y menos mal que tienes razón. Pero que intentamos "manipular" la imaginación del lector no es menos cierto, aunque sepamos que es algo imposible. ¡Gracias por tu comentario!

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  3. Bueno yo lo veo medio como telepatía, pero manipulada, claro. Una forma de hacer llegar lo que pensamos a otros. El asunto es: ¿Nos conocemos suficiente para eso?

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  4. Es interesante la imagen que planteas, M.C. El ejercicio de la literatura como una forma de telepatía... Sugerente. Me permito reformular tu pregunta final: ¿estamos preparados? ¿Preparados para leer un libro? ¿para escribir?
    Sólo hay una forma de conocer la respuesta a esos interrogantes, creo.

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  5. Yo lo pondría más bien en estos términos: Los escritores son Forjadores de Realidades.
    Seres que desde la palabra son capaces de crear de la nada algo que un nanosegundo atrás no existía.
    Nada más cercano a Dios.
    Esa asombrosa capacidad de crear sus propios mundos y habitarlos con sus propios seres, cada uno de ellos, a su vez, un mundo en sí mismo que interactúa y modifica su medio, a veces fantásticos, a veces tan cotidianos que no podemos evitar vernos en el espejo que nos presentan.
    En fin, como ávido lector brindo por estos Forjadores, que tantas horas de felicidad y tantos viajes fantásticos me han regalado.

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  6. Uh!! Susana Sussmann estaría encantada con tu definición: véndele los derechos de la frase para su Portal, je. Pero es cierto también lo que dices, viejo amigo. Creo que lo más excitante de escribir (y de cualquier otra manifestación artística) es el momento de la creación, ese instante dónde uno proclama "¡Que exista la luz!"

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