En esta bitácora personal, un poco de todo aquello que me define. Impresiones, expresiones, descompresiones. CF, fantasía, terror. Música. Vida. Y otras yerbas...

viernes, 23 de septiembre de 2011

Reto de los treinta libros: día 18 - El libro que más veces leíste

Sin duda, en esta categoría va “La mano izquierda de la oscuridad”, de Úrsula K. Le Guin. Como mínimo, he leído este libro seis veces. Y de todas las lecturas salí satisfecho, cada vez más enamorado de Gueden, el mundo que ilustra con tanta poesía y precisión doña Úrsula. Creo que todos reconocen que esta novela y "Los desposeídos" son la obra cumbre de Le Guin. Las dos son maravillosas, pero a mí me gusta un poquito más "La mano izquierda...". Según mi ranking, luego de estas dos, siguen -dentro del ciclo Hainish, o sea, de la serie de novelas cuyas historias transcurren dentro del mismo universo, el del Ecumen- "El mundo de Rocannon", "El nombre del mundo es bosque""El planeta del exilio". También hay otros libros muy interesantes de Le Guin, como "Países imaginarios" y "Planos paralelos". Ahora bien, con respecto a la Saga de Terramar, me confieso un completo ignorante, tal vez porque no soy un apasionado lector de Fantasía, aunque imagino que la Fantasía de Le Guin ha de ser muy buena.

Hay muchos factores que se suman magistralmente para hacer de "La mano izquierda..." un libro inolvidable. En primer lugar, los personajes. Estoy seguro que Estraven está entre los mejores personajes de la CF del siglo XX. Por otro lado, Gueden -o Invierno, el nombre coloquial que recibe- es un mundo muy sólidamente construido desde lo literario. Hay un trabajo minucioso en la geografía, en la geopolítica, en el aspecto religioso, en la mitología, etc... que es destacable. Además, en la novela se conjugan algunas ideas muy buenas, como la del sexo de los guedenianos, que son hermafroditas latentes. Los homínidos de Gueden definen su sexo durante la época de celo, el kemmer, lo que ocurre un vez por mes. Dependiendo del predominio hormonal del entorno, el sujeto en cuestión puede transformarse en macho o en hembra, indistintamente, adaptádose así a la situación. O sea que todos pueden ser padres y madres a lo largo de sus vidas, puesto que no siempre el kemmer los lleva a asumir el mismo sexo cada vez. Imaginen el choque cultural del adelantado Gently Ai, el prota de la novela, que tiene que convencer a los gobernantes guedenianos de las ventajas de pertenecer al Ecumen, la liga de mundos de la que él es embajador. Ai es un hombre macho. Para los guedenianos alguien como él esta en kemmer permanente, persistiendo en un sólo sexo. Todo ello es la tipificación de un monstruoso pervertido sexual en Invierno.

Otra idea magistral es la del rito de la profecía de una de las religiones de Gueden, donde los oráculos son grupos de personas -entre los cuales debe haber forzosamente un perverso sexual, alguien que, mediante la ingestión de hormonas permanece anclado en el mismo sexo a lo largo del tiempo-, cuya sinergía trae la respuesta a la pregunta del interesado. Quien dirige las energías de la mancomunión profética es el tejedor. En la novela, Faxe, un tejedor, dice una de las frases que más impactaron dentro de la CF (cito de memoria, seguro que estoy parafraseando): "No se trata de conseguir la respuesta exacta, sino de preguntar correctamente. Si no, uno puede conseguir la respuesta correcta de una pregunta errónea, lo que es lo mismo que nada".

¿Qué más decir? ¿Hablar del Sarf, la policía secreta? ¿De los vívidos espisodios que atraviesa Ai dentro de la granja de detención? ¿De la cronología guedeniana, en la cual todos y cada uno de los años es el año cero? ¿De las fábulas guedenianas que Le Guin entreteje entre capítulo y capítulo? ¿Del periplo final de Estraven y Ai, cruzando el polo?

"La mano izquierda..." es un clásico que trasciende el género para hablarnos de la condición humana, poniendo sobre el tapete temas que son siempre actuales en el mundo de hoy: el nacionalismo y el chauvinismo, la discriminación sexual y étnica, la amistad y la traición, la inutilidad de señalar diferencias cuando no hay marco de referencia. Y encima su historia es muy bella, y está narrada con una pericia estilística maravillosa.

Nusud. Recomiendo enfáticamente este libro. Una y mil veces.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Reto de los treinta libros: día 17 - Un libro de este año

¿Un libro que haya salido este año? Generalmente no leo los libros apenas salen, pero hay una excepción en este 2011: "Una simple palabra", de Claudia Cortalezzi. Este es el primero de los libros del Proyecto de Ediciones Andrómeda, un interesante proyecto colaborativo que reúne a más de 100 escritores, entre los cuales me incluyo.

"Una simple palabra" es una novela corta, de prosa limpia y sencilla, que pinta secuencias vívidamente cruentas que resuenan en la cabeza de cualquier lector, y se deja leer de un tirón. Pero bajo la simpleza de la forma subyace un complejo mundo donde la realidad se disloca por momentos, dando paso a personajes muy extraños, verdaderamente extravagantes, que son los encargados de propinar sufrimiento y -a la vez- otorgar la posibilidad de redención a los protagonistas. Estos últimos  son tres, y están ligados por un hecho sangriento en el que se les propone un desafío, que, una vez implantado en sus vidas durante la infancia, los acompañará durante toda la existencia, latente. Llegado el momento clave se les demandará la resolución satisfactoria de tal desafío, y de ello dependerá el modo en el que vivirán lo que les reste de vida.

Me saco el sombrero ante la autora, porque su libro, al final, adquiere un vuelo que me hizo recordar al desenlace de "El lobo estepario", de Hesse, aún a pesar de que sé que las imposiciones editoriales la han obligado a apresurar los embates cruelmente fantásticos del climax, que no dan descanso al lector.

Recomiendo "Una simple palabra". Muy buena novela.

Todavía me debo hacerme una escapada a la dirección del Pasaje de la Garantías mencionada en el libro, un lugar dónde ocurren hechos muy raros, je, y del cual estoy a pocas cuadras. ¿Me encontraré con alguno de los diabólicos pero patéticos hombrecitos de rojo, detrás de las rejas oxidadas?

Reto de los treinta libros: día 16 - Un libro ruso... que sí hayas leído

De casualidad que no quedo en blanco con la consigna de hoy. El único libro ruso que terminé es “Lo mejor de la ciencia ficción rusa”, una antología de mediados de los sesentas. (¡Oh! ¡Qué mal lector! No he leído ninguno de los clásicos del Este, che. Ni a Tolstoi, ni a Dostoievski.) Antes de ése, había intentado leer una novela rusa de espionaje, cargada de doctrinas comunistas, (que debe ser muy interesante, supongo): “El montaje”, de Vladimir Volkoff, ya que había quedado muy entusiasmado con “El enigma romano”, de Walter E. Murphy. Pero el camarada Volkoff fue demasiado para mí.

No tengo mucho para decir de “Lo mejor de la ciencia ficción rusa”, sólo que no recuerdo cómo el libro llegó a mis manos, ni cómo se fue de ellas. También sé que el cuento de los hermanos Strugatski, "Las seis cerillas", fue el que más me gustó.

Hoy he ventilado mi deuda pendiente con la literatura rusa, amigos.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El reto de los treinta libros: día 15 - Un libro que hayas amado hace años y del que hoy reniegas

No hay muchos libros de los que reniegue. En líneas generales, los que no volvería a leer son los que de entrada tampoco me impactaron mucho. Pero de casi ninguno diría que reniego. Casi. Por eso para la premisa del día 15, luego de mucho pensar, decidí elegir a Isaac Asimov y su “Preludio a la Fundación”.

¿Por qué? Bueno, convengamos en que a Asimov se lo puede leer entre los 15 y 20 años, y luego ya no, a menos que uno no se haya curtido como lector de CF con el paso de los años. O a menos que, por alguna ignota razón, uno se convierta en un fanático empedernido del Doc. Y eso que reconozco que me ha hecho vivir maravillosos momentos durante la pubertad, como lo dejo clarito en "Nueva Biblia Pantemporal", un homenajito hecho de todo corazón.

Específicamente, “Preludio…”, me pareció entretenido en su momento, no lo niego. Y el personaje de Eto Demerzel, que termina siendo ni más ni menos que el robot Daneel Olivaw, es más que bueno. Pero lo que no soporto hoy es la terca insistencia de Asimov con respecto a las reglitas de cálculo para hacer prospectiva psicohistórica, algo por demás anacrónico, terriblemente anacrónico. Y además hay otra cosa que me hace ruido con respecto de la saga de Fundación: en semejante universo, tan vasto, lleno de tantos mundos, ¿por qué no aparece una especie alienígena nunca, en ningún lugar? Eso me molesta muchísimo. Es obvio el motivo: una civilización no humana lo hubiera liado a Hari Seldon, complicándole la psicohistoria hasta niveles absurdos. ¡Ya te querría ver con las reglitas de cálculo tratando de hacer previsiones en un Imperio dónde hay robots, cientos de mundos humanos y otros tantos mundos alienígenas! Imposible.

Asimov trata de justificarse con la invención de El Mulo. Un mutante nacido en Gaia (donde todos son perfectos, así que no entiendo qué justifica la supuesta anomalía que representa él), que puede manipular las emociones, y por lo tanto, desbaratar las deducciones psicohistóricas. (Imagínense cuánto más imporedecible sería el devenir para Seldon si hubiera alienígenas.) Pero no basta. Al menos para mí. No me convence. Huelga decir que no leí ningún libro más de la serie de Fundación.

Mis disculpas a los fans del Doc, si es que herí susceptibilidades.