En esta bitácora personal, un poco de todo aquello que me define. Impresiones, expresiones, descompresiones. CF, fantasía, terror. Música. Vida. Y otras yerbas...

miércoles, 14 de septiembre de 2011

El reto de los treinta libros: día 13 - El primer libro que leíste en tu vida

Uh!!! Este ítem sí está difícil, porque no recuerdo con exactitud cuál fue el primer libro que leí. (Se ve que era olvidable...)

De chico era más bien un lector de comics, sobre todo de los de Disney, y de los de superhéroes (los de DC, editados en castellano por Editorial Novaro. Más tarde, en la adolescencia, empecé con Marvel, y me volví a asombrar...) 

También torceré la consigna de hoy, para no quedar en blanco. Pondré el primer libro que recuerdo haber leído.

En rigor, el primero que recuerdo es "Viaje al centro de la tierra", de Julio Verne, pero no cuenta, pues se trataba de una versión infantil resumida. (Sé que me dejó perplejo. De todos modos, no volví a frecuentar a Verne. Apenas alguna que otra adaptación al comic, como "20.000 leguas de viaje submarino")

Así que hoy el elegido es "La ciudad que no existía", de Philippe Ebly, un premiado escritor francófono de origen belga, famoso por sus novelas de literatura juvenil. El mencionado libro pertenece a la serie "Los conquistadores de los imposible", que consta de 21 novelas, de las cuales hay varias traducidas al castellano. En cada una de ellas, un grupo de amigos van atravesando distintas aventuras fantásticas o de ciencia ficción, plagadas de peligros y maravillas. "La ciudad que no existía" fue el primero que leí de esta serie (aunque en la saga es el octavo título). También quedé admirado con "Destino Uruapan", "El evadido del año II", "...Y los marcianos invitaron a los hombres" y "El relámpago que todo lo borraba".

El recuerdo de la trama argumental es borroso. Pero sé que la historia era atrapante. Los protas encuentran una caverna misteriosa que termina siendo la entrada a una civilización subterránea sorprendente: entre otras maravillas, en ella se usa el magma para iluminar; y unos seres enanos y peludos, producidos por clonación -similares a oseznos- que responden al nombre de Bruno, actúan como sirvientes siempre bien dispuestos. (Los ositos Bruno puden imaginarlos como híbridos entre un Umpa-Lumpa y un Ewok. O al menos yo siempre los visualicé de ese modo...)

La mejor de este recuerdo es que esos libros nunca me pertenecieron. Todos me fueron prestados, gracias a la biblioteca de 5º grado de la Deutsche Schule de Lanús Oeste, mi escuela primaria. Quien había tenido la feliz idea de la biblioteca fue mi señorita María Elena, una genial maestra. Cuando ella vio que en una semana había leído "La ciudad que no existía", me prestó los títulos antes mencionados, saltándose el cronograma de entregas.

Qué feliz se podía ser con un libro de ésos, y un par de horas para tirarse sobre el fresco suelo de mosaicos e irse a otro mundo.

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