En esta bitácora personal, un poco de todo aquello que me define. Impresiones, expresiones, descompresiones. CF, fantasía, terror. Música. Vida. Y otras yerbas...

domingo, 4 de septiembre de 2011

El reto de los treinta libros: día 3 - Un libro que sea un placer culposo

Tercera consigna, bastante peliaguda. A lo que me remite primeramente es a lectura prohibida. A esos libros que, durante la preadolescencia -cuando uno era una bolsa de hormonas revueltas y picantes-, yo quería hojear furtivamente, porque había descubierto que en sus páginas era probable encontrar alguna escena de sexo. Entre ellos puedo mencionar "Trópico de Cáncer", de Henry Miller; y algún otro que había en la biblioteca de mi vieja. (A los Trópicos los leí ya grandecito, y no hubo tal sensación pecaminosa. Así que no cuentan.)

Sin embargo, respecto de esta cosa de lo prohibido, el recuerdo más intenso que tengo es de un fanzine argentino, Otros mundos, editado por Horacio Moreno, Daniel Bugallo y Juan Etchegoyen. En el nº 2 del mismo figura mi primera publicación, lograda a mis tiernos y fervorosamente cristiano-protestantes 17 añitos: una ilustración para el cuento "Muerden", de Anthony Boucher. Pero en el nº 1... ¡Mamma mía! En el nº 1 había un cuento del mencionado Etchegoyen, ilustrador y escritor, titulado (si mal no recuerdo) "Los sueños de Marta", presentado en el índice como "mera pornografía" (sic.) Una space ópera en el que una astronauta no puede dejar de tener sueños eróticos. Y la computadora de la nave -que escucha pacientemente sus relatos oníricos-  decide satisfacerla creando algunos engendros cibernéticos plurimembres (soy claro, ¿no?). Se imaginarán los dibujos que acompañaban a ese relato... De más está decir que los ratones de mi cabeza no corrían, sino que se teleportaban a velocidad luz.

Pero es un fanzine, y tampoco cuenta, aunque haya releído ese cuento mil veces, je.

El libro que elijo para el día 3 es  "Sybil", de Flora Rheta Schreiber. Yo debería andar por los ventitantos años cuando llegó a mis manos esta terrible ficción que muestra la historia de Shirley Ardell Mason, la paciente de Trastorno de Identidad Disociativo más famosa del mundo, al menos hasta hoy. En la novela, ella es mostrada con el falso nombre de Sybil Dorsett. El libro inspiró dos películas, ambas llamadas Sybil, también: la primera, de 1976, protagonizada por Sally Fields; y la segunda, de 2007, con Jessica Lange.

¿A qué se debe el placer culposo? Pues al morbo que me causaba enterarme de la seguidilla atroz de terribles abusos sexuales y castigos físicos sufridos por la protagonista, especialmente a cargo de su madre, Hattie Dorsett en la novela, Martha Alicia Mattie Hageman, en la vida real. Hageman fue declarada esquizofrénica, y se supone que los maltratos con los que regó la infancia de su hija propiciaron su trastorno disociativo (Según la novelista, en los archivos de Cornelia Wilbur -la psiquiatra freudiana que atendió el caso-, Shirley Mason llegó a desarrollar 16 personalidades, incluso dos de las cuales eran identidades masculinas...)

Los abusos sufridos por Shirley Mason incluían desde el mero abuso sexual por parte de su madre (por lo cual esa incestuoso y homosexual); castigos físicos con objetos; enemas; penitencias consistentes en permanecer atada a una silla en una habitación oscura; sometimiento a escena primigénea (contemplación del coito practicado por los padres) durante nueve años (ya que ella durmió hasta esa edad en la habitación de sus padres); exposición a orgías de lesbianismo organizadas por su madre... Una lista bastante negra que muestra de cuánta crueldad y desamor somos capaces los seres humanos. Como victimarios que alguna vez fuimos víctimas y luego replicamos en otros -consciente e inconscientemente- el dolor que no supimos exorcizar a tiempo.

A esta altura, cabe aclarar que yo no tenía idea del contenido perturbador del libro. Pero una vez que lo empecé, no paré hasta terminarlo, lo que me llevó, más o menos, tres días. Lamento si alguno se ofendió al descubrir mi vena morbosa. Pero lo cierto es que la tengo, como todos ustedes, hipócritas... Je. Hablando en serio, una irresistible tentación me hacía devorar sus páginas, al mismo tiempo la culpa me mordía también, a causa de las perversas imaginaciones que el libro despertaba en mi.

Con el tiempo descubrí que la historia novelada de Shirley Mason se ha tornado controversial, al ser revisada por otros terapeutas que aseguran que Wilbur trataba de inducir a su paciente a creer y declarar que tenía múltiples personalidades, para satisfacer a los editores de la novela, que al parecer ya habían visto un jugoso filón en el asunto. Y cómo los archivos están sellados por alguna jodida disposición judicial, y tanto Wilbur como Mason están muertas, quién sabe a ciencia cierta cuánto había de real en el trastorno y cuánto de exageración novelesca y amarillista para azuzar el morbo de los lectores. (Al fin y al cabo esta novela puede haber sido producto de una genialidad del marketing editorial y no de un descubrimiento de la psicoterapia... Lo que no me sorprendería para nada)

No hay comentarios:

Publicar un comentario